martes, 21 de junio de 2011

"La militarización de México, parte del proyecto hegemónico de Estados Unidos en Latinoamérica" (ARCHIVO: Carlos Fazio/2008)

Carlos F Martínez. 
La militarización de México, entendida como la instalación progresiva de un orden fascista, puede ser la simiente de la hegemonía militar y económica que Estados Unidos pretende instaurar en nuestro continente, aseveró el catedrático de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Carlos Fazio, en la clausura del ciclo de conferencias Pensamiento crítico y movimientos sociales en América Latina hoy.
En el cierre de este ciclo organizado por el colectivo de estudiantes La Otra Historia. con apoyo de la Facultad de Historia y la Escuela Nacional de Trabajadores, el también colaborador de La Jornadarealizó una lúcida exposición sobre las relaciones de América Latina con Estados Unidos y sus repercusiones en México, particularmente con el asesinato de cuatro universitarios mexicanos en Ecuador.
El analista político hizo referencia a los planes estratégicos que Estados Unidos ha configurado en la región de Latinoamérica como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el Plan Puebla-Panamá, el Plan Colombia y el de Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana (IRSA), los cuales devinieron de estrategias comerciales de explotación de recursos y mano de obra de los países latinoamericanos a vectores para el establecimiento de bases militares estadunidenses; por ello, Carlos Fazio considera que “Sudamérica es el laboratorio del proyecto neoliberal en el mundo, construido sobre la muerte, el asesinato y la tortura de miles de sudamericanos y centroamericanos”.
Agregó que el objetivo de los planes estratégicos económicos y militares implementados en América Latina es compactar al norte, el centro y sur de América en un solo bloque que permita a Estados Unidos competir con los megabloques de la comunidad europea y Asia.
Puntualizó los factores por los cuales el Canal de Panamá era uno de los principales enroques de la influencia política de Estados Unidos en la región y que podrían sintetizarse en que representaba el vínculo del mercado del Atlántico con el del Pacífico, además de ser el punto desde el cual se proyectaba el control militar en Latinoamérica mediante una especie de táctica de reloj de arena. Sin embargo, este poder se vio menguado por efecto de un convenio firmado en 1977 entre el presidente panameño Omar Torrijos y el mandatario estadunidense Jimmy Carter, en el cual quedó estipulado que los norteamericanos retirarían sus bases militares de Panamá en el último día del siglo XX.
Al perder su sede en Panamá el Comando Sur, señaló Carlos Fazio, Estados Unidos se vio obligado a emprender el “rediseño de la ingeniería militar”, tomando como paradigma estratégico el despliegue rápido de tropas que le dio éxito en la guerra de Irak.
La configuración de esa ingeniería militar es la que prevalece en el cono sur durante nuestros días y que mantiene la tensión geopolítica. Al respecto detalló Carlos Fazio: “se creó una serie de pequeños aeródromos (Forward Operating Locations); Estados Unidos tiene bases militares en Aruba y Curazao, pequeñas islas en el Caribe que dependen de la corona holandesa y que se ubican enfrente de Venezuela, en la entrada del golfo de Maracaibo, donde están las mayores reservas petroleras del mundo; en Comalapa, El Salvador, establecieron otra base; en el norte de Ecuador, sobre el Pacífico, en el puerto de Malta tienen una concesión con el gobierno por 10 años. La base de Malta (vinculada directamente con los hechos del primero de marzo) tiene de particular que está en la frontera con la zona de influencia de las FARC, a una hora de vuelo, y negociaron con Brasil el establecimiento de una base en Alcantara que el presidente Lula no echó para adelante, pero Estados Unidos consiguió en 2005 instalar otra base en Paraguay, en la zona de Chaco, donde consiguió un convenio por 10 años. Mediante estos convenios nadie, ni gobiernos ni países, pueden fiscalizar lo que sucede ahí dentro”.
A pesar del dominio militar que Estados Unidos ejerce en Latinoamérica, Carlos Fazio identifica un proceso antagónico en diversos países del cono sur: “hoy veo en la región un cuadro muy parecido al que yo viví hace 30 años en América Latina: triunfa la Revolución Cubana y a partir de ahí vienen movimientos armados en toda la región, pero junto con la guerrilla había un auge de lucha de masas; es decir, en los años 70 hubo una acumulación de luchas sociales que llevaron a la posibilidad de cambios progresistas”.
Sin embargo, frente a este panorama habría que ubicar a las bases militares como los elementos fundamentales de la aritmética contrainsurgente que Estados Unidos practica en Colombia, país que Carlos Fazio considera como el laboratorio para la reaparición de la contrainsurgencia clásica por las razones que enumeró: “mediante el Plan Colombia no sólo se han invertido 5 mil millones de dólares en un periodo de siete años para las fuerzas armadas colombianas, sino que Estados Unidos logró meter mil 500 efectivos del Pentágono en territorio colombiano que están haciendo labores de contrainsurgencia con un dominio proyectado para ejercerse en Venezuela, Ecuador y Bolivia. Además, Estados Unidos tiene más de 4 mil mercenarios contratados por el Pentágono; es decir, compañías privadas que se dedican a pelear distintas guerras, una de estas compañías es encargada de Malta”.
En lo que concierne a México sentenció: “parte de este proyecto estadunidense se está implementado acá; es decir, en México hay un proceso gradual de instalación del fascismo que si no se le para ahora nos puede llevar a escenarios del tipo de la represión contrainsurgente en Atenco, que fue un clásico operativo de control como el que usaba Francia en Argelia; hubo tortura física y sexual que son un nuevo componente que había aparecido dos años antes en Guadalajara y que había pasado anteriormente en Abu Ghraib, donde vimos cuerpos desnudos con capucha y torturados con electrodos. En México se pusieron en práctica estos métodos en Jalisco y Oaxaca”.
Pero las condiciones materiales, geográficas y políticas que hacen posible la contrainsurgencia requieren el complemento del miedo infundido para hacer funcionar el modelo legitimador de la invasión, y es en ese panorama donde hace su aparición lo que Carlos Fazio concibe como el caballo de Troya para construir el nuevo Estado hegemónico y que en su interior contiene, según el analista político: al enemigo mítico contra el que se debe luchar y que actualmente es el terrorismo o el narcotráfico en la versión latinoamericana, el populismo radical cuya cabeza visible es identificada en Hugo Chávez, secundado por Evo Morales y López Obrador en el caso mexicano, y el crimen organizado.

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