El gobierno de Estados Unidos sospechaba que el general Moisés García Ochoa -uno de los cinco divisionarios que se mencionaban para serdesignado secretario de la Defensa Nacional- tenía vínculos con el narcotráfico y habría presionado al equipo del entonces presidente electo Enrique Peña Nieto paraevitar un eventual nombramiento de García Ochoa como titular de la Sedena.
El diario estadunidense The New York Times publicó que una semana antes de que Peña Nieto anunciara su gabinete, el embajador de Estados Unidos en México,Anthony Wayne, se reunió con Miguel Ángel Osorio Chong y Jorge Ramírez Marín, actuales secretarios de Gobernación y de la Reforma Agraria, respectivamente, para externarles la preocupación de su gobierno respecto al general.
Las advertencias sobre García Ochoa iban desde la sospecha de la Agencia Antidrogas (DEA por su sigla en inglés) de que tenía vínculos con el narcotráfico hasta la inquietud del Pentágono de que había malversado dinero de contratos y había hecho mal uso de suministros militares, de acuerdo con el diario Reforma.
A continuación, el reportaje completo que publicó The New York Times, traducido y reproducido por el diario Reforma:
Frenan desde EU ascenso de General
Al tiempo que las Fuerzas Armadas de México realizaron su anual desfile del Día de la Independencia en septiembre, los espectadores llenaban la principal plaza de la Ciudad de México para vitorearlas. A una distancia de unos 3 mil 200 kilómetros en Washington, funcionarios estadounidenses también prestaban atención.
Pero no eran los helicópteros que sobrevolaban la escena ni las armas antiaéreas, ni los soldados en camuflaje que llamaron su atención. Fue el hombre seleccionado para encabezar el desfile, quien por tradición típicamente se convierte en el próximo Secretario de la Defensa del País: el General Moisés García Ochoa.
La Administración Obama tenía muchas preocupaciones acerca del General, desde la sospecha de la Agencia Antidrogas (DEA) de que tenía vínculos con narcotraficantes hasta la inquietud del Pentágono de que había hecho mal uso de suministros militares y malversado dinero de contratos de defensa multimillonarios.
En los días previos a la toma de protesta presidencial de México el 1 de diciembre, el Embajador estadounidense en México, Anthony Wayne, se reunió con ayudantes de alto rango del Presidente Enrique Peña Nieto para expresar alarma ante la posible promoción del General. Esa comunicación extraoficial da un vistazo inusitado al profundo involucramiento del Gobierno estadounidense en los asuntos de seguridad mexicanos, especialmente al tiempo que Washington evalúa a Peña Nieto, quien apenas hace dos meses inició su sexenio. El papel estadounidense en la selección de un miembro del Gabinete mexicano también resalta las tensiones y la desconfianza entre los Gobiernos a pesar de proclamaciones públicas de cooperación y amistad. “Cuando se trata de México, tienes que aceptar que vas a bailar con el diablo”, dijo un ex alto funcionario de la DEA, quien pidió el anonimato porque trabaja en el sector público en México. “No puedes simplemente retirarte del juego e irte a casa porque no puedes encontrar a personas en quienes tienes plena confianza. Juegas con las cartas que te dan”. Un ex alto funcionario de inteligencia mexicano expresó reservas similares acerca de los funcionarios estadounidenses. “La queja de siempre al lado mexicano es que la relación con Estados Unidos es dispareja y desequilibrada”, comentó el ex funcionario quien, como otros entrevistados para este artículo, habló de forma anónima sobre intercambios diplomáticos y de seguridad. “México es abierto con sus secretos. Estados Unidos no lo es. Así que hay mucho resentimiento. Y siempre hay un incentivo para tratar de criticar a los estadounidenses”.
García Ochoa, de 61 años, cuyos antecedentes son a la vez ejemplares y enigmáticos, personifica el dilema. Sobre papel, es un oficial modelo. Obtuvo dos títulos avanzados de las academias militares más prestigiosas de México, y fundó el élite Centro de Inteligencia Antinarcóticos Nacional. Ha sido estudiante e instructor en programas de entrenamiento militar estadounidenses. Ha escrito tres libros, incluyendo uno sobre el papel de las Fuerzas Armadas en la lucha contra las drogas. Personas que conocen al General afirmaron que les impresionaron sus francas evaluaciones de la lucha contra el crimen organizado. Habló abiertamente de la corrupción gubernamental, un tema que se ha considerado tabú. Y en por lo menos dos ocasiones durante el pasado año y medio, señalaron amigos del militar, viajó en secreto a San Antonio para reunirse con funcionarios de inteligencia estadounidenses (no se sentía seguro reuniéndose con agentes en México, comentaron) y dio nombres de funcionarios militares y civiles que sospechaba de proporcionar protección a narcotraficantes. “Estaba genuinamente preocupado de que la corrupción le diera a las Fuerzas Armadas una mala reputación, y que si no se hacía nada al respecto, podría dañar las relaciones con Estados Unidos”, expresó una persona con conocimiento de las reuniones. “Como él lo veía, este próximo Gobierno tiene la oportunidad de realmente cambiar la manera en que México trabaja con Estados Unidos. No quería que se perdiera esa oportunidad”.
Para entonces, García Ochoa estaba en la lista corta para convertirse en Secretario de la Defensa. Y la gente que lo conoce dijo que esperaba que el apoyo estadounidense le daría una ventaja sobre otros candidatos. Lo que él no sabía era que Estados Unidos abogaba en silencio en su contra. Funcionarios estadounidenses antiguos y en activo dijeron que habían reunido una cartera preocupante de acusaciones contra el General. En su papel como director de Administración Militar y Adquisiciones, había sido acusado de malversar dinero y suministros de importantes contratos de defensa.
‘SEÑOR DIEZ POR CIENTO’
Tras bambalinas, los funcionarios estadounidenses habían apodado al General como “Señor diez por ciento”, abreviatura de sus sospechas sobre la manera en que manejaba los contratos. Y dos funcionarios de Estados Unidos recordaron al General haciendo una petición formal de ayuda estadounidense para una unidad del helicóptero del Ejército, y luego dar marcha atrás al arreglo cuando Estados Unidos pidió ver los libros -entre ellos los registros financieros, de vuelo y de combustible de la unidad.
“Estados Unidos está enviando una gran cantidad de dinero ahí”, dijo un alto funcionario estadounidense, al describir las preocupaciones sobre el General. “Tenemos que estar seguros de que el dinero se utilice de la manera correcta o podríamos perder una gran oportunidad”. La DEA sospechaba que el General tenía antiguos lazos con el narcotráfico. Los agentes se negaron a hablar de la naturaleza específica de esos vínculos. Ni dijeron si su investigación contra el General continuaba. García Ochoa rechazó las peticiones para ser entrevistado. “Había mucha información sobre él, y provenía de múltiples fuentes”, dijo un agente federal de alto nivel recién jubilado, al referirse a lo que él llamaba las “preocupaciones serias” sobre el General. “Nunca encontramos evidencias irrefutables, no las suficientes para armar un caso”.
The New York Times obtuvo informes de inteligencia de la DEA clasificados de los primeros años de la trayectoria del General, cuando fundó el centro de inteligencia contra el narcotráfico. Los informes, con fecha del 15 de diciembre de 1997, afirman que el entonces Coronel García Ochoa fue uno de varios altos funcionarios militares mexicanos involucrados en intentos de negociar un acuerdo con las organizaciones de narcotráfico más poderosas del país. “Es muy probable”, dijo un reporte, “que los militares quisieran seguir beneficiándose de una relación continua con los narcotraficantes”. Los informes también afirman que el Coronel dirigió un operativo contra el cártel de Juárez en el que deliberadamente dejó escapar al capo Amado Carrillo Fuentes, diciendo que el Coronel “no dio órdenes de lanzar el ataque hasta que el vehículo en el que viajaba el capo había salido del área”. Las autoridades mexicanas rechazaron las peticiones para ser entrevistadas para este artículo. Los funcionarios estadounidenses se negaron a comentar públicamente sus sospechas sobre el General. Sin embargo, hicieron hincapié en que cualquier inquietud que pudieran haber tenido sobre un General en particular distaba de ser representativa de la relación más importante entre los dos gobiernos.
DUDAS VENTILADAS
Después del desfile del Día de la Independencia, en septiembre, funcionarios estadounidenses de alto nivel se reunieron en la Ciudad de México durante dos días para evaluar sus sospechas sobre el General, y para hablar sobre si compartían esas dudas con sus contrapartes mexicanas o no. De acuerdo con un funcionario mexicano, los estadounidenses finalmente compartieron sus preocupaciones sobre el General, menos de una semana antes de que Peña Nieto anunciara sus nombramientos del gabinete. El funcionario dijo que el embajador de Estados Unidos se reunió en la Ciudad de México con dos colaboradores principales del líder entrante, entre ellos Miguel Ángel Osorio Chong, quien más tarde se convirtió en Secretario de Gobernación, y Jorge Ramírez Marín, ex asesor de seguridad nacional.
El funcionario dijo que Wayne platicó de las preocupaciones de Washington sobre el General, haciendo hincapié en que las acusaciones no habían sido corroboradas. “El momento era importante,” dijo el funcionario mexicano, “porque los presidentes mexicanos casi nunca reemplazan a la persona que designan como Secretario de la Defensa, así que quien fuera elegido estaría involucrado con la estipulación de los términos de cooperación durante los próximos seis años”.