Seguimiento crítico de notas sobre el conflicto armado en México.
sábado, 29 de octubre de 2011
Hackers lanzan advertencia contra "Los Zetas" (El universal, 28 octubre)
martes, 25 de octubre de 2011
U.S. Agencies Infiltrating Drug Cartels Across Mexico (The New York Times, 25/Oct/2011)
lunes, 24 de octubre de 2011
Guerra civil y lucha de clases (La Jornada:24/10/2011)
Hay gente de México que se ha escandalizado porque altos funcionarios del gobierno estadunidense han dicho abierta o solapadamente que, con más propiedad, la llamada guerra contra el crimen es una guerra civil disfrazada, y más aún, una de las caras en que se expresa la lucha de clases en nuestro país.
Sin pretender un especial rigor intelectual, diremos que en toda guerra civil está presente una buena dosis de lucha de clases, y lo contrario: en toda guerra civil, como la que vivimos, está inevitablemente presente la lucha de clases. Claro, en toda guerra civil se confrontan intereses de diferentes sectores o grupos sociales, pero en ese enfrentamiento privan las armas y su organización militar. De otro lado, en la lucha de clases no necesariamente la confrontación es armada, sino que alude también a la batalla entre ideas y teorías contrapuestas. Naturalmente, en la pacata sociedad burguesa se rechaza con horror que vivamos tales confrontaciones, que estemos divididos a tales extremos y que tal sea nuestro normal modus vivendi.
Tal ha sido la reacción que he podido percibir en estos últimos días en La Jornada (22/10/11), diciendo la cabeza de la primera plana: Estamos en guerra civil no declarada en varias zonas del país; del río Suchiate al Bravo, un cementerio, aseguró el sacerdote Flor María Rigoni [director de la Casa del Migrante de Tapachula, Chiapas].
Es evidente que en el país vivimos una intensa lucha de clases. No sólo la confrontación armada entre militares y jefes de pandillas en el mundo del narco, sino la confrontación o despojo salvaje que significa una distribución del ingreso cuyo 80 por ciento favorece a 10 por ciento de la población. Estas últimas cifras no son únicamente el cálculo de juegos matemáticos, sino que, como resulta obvio, definen formas de vida y posiciones sociales que significan en primer lugar explotación y rapacidad.
Esto último ha pasado relativamente desapercibido. Con toda razón acaparan las ocho columnas de los periódicos el número diario de secuestrados y asesinados, y se pasa sotto vocce la real estructura social y económica del pueblo en que se cometen tales crímenes, y su verdadera raíz: las tremendas desigualdades en el ingreso que significa el impresionante número de delitos que vivimos a diario.
En otras palabras: el origen no plenamente reconocido de nuestras confrontaciones sociales se anida en la desigualdad y en la explotación de unas clases y sectores sociales por otros. En cualquier estrategia anticrimen deben considerarse en primer lugar los desniveles sociales, los odios, violencia y resentimientos entre clases y grupos que se unen y precipitan en un ánimo irrefrenable de borrar al otro del horizonte humano.
Resulta increíble que la discusión sobre las estrategias para combatir al crimen organizado se reduzcan a enfoques militares o de inteligencia policiaca, cuando el fondo del problema se encuentra en las desigualdades sociales y en los desequilibrios entre clases. Y resulta también increíble que una cuestión que al final de cuentas tiene que ver más con la distribución de la riqueza, con su concentración y con la explotación a que están sometidas unas clases sociales por otras, se pase por alto y en silencio el verdadero núcleo de la cuestión.
No es extraño, sin embargo, que en los grandes medios de difusión se guarde silencio sobre la explotación de unas clases por otras, y más cuando se trata de explicar el fenómeno del crimen organizado, ya que sería equivalente a mencionar la soga en casa del ahorcado. En una estructura de clases sociales como la que vivimos, y sobre todo cuando ha derivado prácticamente en guerra civil y en decenas de miles de muertos, resulta natural que los culpables efectivos no levanten la mano señalándose, sino procuren más bien esconderla y pasar desapercibidos. En una sociedad de autoengaño lo normal es el disimulo y el ocultamiento, y mucho más cuando la autodenuncia pudiera causar un tsunami que derrumbara esas estructuras que están ya fuera de tiempo.
Es evidente que en el México de hoy vivimos intensamente la lucha de clases. Y más que eso: la estamos viviendo ya, en muchos aspectos, como guerra civil que no necesita declararse porque eventualmente estalla en un sinfín de puntos geográficos o sociales de nuestro horizonte. Pero claro, mientras no vayamos a la raíz del fenómeno nos quedaremos a la mitad del camino y la cuestión de fondo pasará desapercibida para los responsables.
Vivimos, pues, una combinación de lucha de clases y de guerra civil que puede llegar a zonas de intensidad mucho más severas. Esta combinación da cuenta de la explosividad por la que cruzamos, que quizá no hemos llegado a percibir en toda su capacidad explosiva. Que vivimos elementos abiertos de guerra civil y de lucha de clases nos lo muestra, más allá de otro centenar de ejemplos, el carro bomba que se hizo estallar recientemente en las calles de Monterrey, dirigido especialmente a rebajar la capacidad de fuego del Ejército.
En todo, ¿cuál sería nuestro destino con esa capacidad de fuego disminuida? ¿Y con el abandono de los estrategas de la cuestión económica como necesario telón de fondo del real drama que vivimos?
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2011/10/24/opinion/023a2pol
jueves, 20 de octubre de 2011
El narcotráfico mexicano y su proyección hacia el Perú (Avisora.com)
Aunque siete de sus líderes fueron apresados, el grupo de los Carrillo Fuentes sobresale gracias a la habilidad para el lavado de activos, por medio de la compra y venta de hoteles, casinos, constructoras, casas de cambio de divisas, gasolineras, líneas aéreas, cadenas de farmacias, entre otros, sin dejar de estrechar nexos con organizaciones independientes, como la de Juan y Héctor Beltrán Leyva, Ignacio Coronel y células colombianas y peruanas, teniendo como eficaz operador al experimentado capo Juan Esparragoza Moreno, "El Azul".
Se conoce que sus cabecillas se movilizan desde Ciudad Juárez, Ojinaga, Culiacán, Monterrey, Distrito Federal, Cuernavaca, Guadalajara y los balnearios de Cancún y Acapulco. Gracias a su alianza con los cárteles de los Valencia y de Sinaloa, el Cártel de Juárez afianza su teatro de operaciones en Durango, Sinaloa, Guerrero y Michoacán, donde cultiva marihuana y amapola (insumo de la heroína), las dos únicas drogas de origen natural que produce México, ya que la cocaína se importa desde Sudamérica.A su turno, el Cártel de Sinaloa, de "El Chapo Guzmán" o Joaquín Guzmán Loera, acciona en 17 estados mexicanos: Baja California, Sonora, Sinaloa, Durango, Zacatecas, Nayarit, Nuevo León, Tamaulipas, Jalisco, Colima, Guanajuato, México, Morelos, Distrito Federal, Guerrero, Chiapas y Quintana Roo. Usando como centros de comando las ciudades de Tepic, Nayarit, Distrito Federal, Cuatlitlán y Toluca.En rumbo de colisiónLa peligrosidad de "El Chapo Guzmán" se patentizó cuando ordenó la tristemente célebre balacera en la discoteca "Christine", el homicidio del Cardenal Posadas Ocampo, la ejecución de Rodolfo Carrillo Fuentes (capo del Cártel de Juárez), y al protagonizar en el 2001, una fuga espectacular desde el penal de máxima seguridad de Puente Grande (Jalisco); además su organización tiene fuertes lazos con las mafias colombianas, y hace poco, se descubrió que el ex Director de la Coordinación de Giras del Presidente Vicente Fox, Nahum Acosta, filtraba información al Cártel de Sinaloa.Dicho escenario del narcotráfico incluye otro temido actor: el Cártel del Golfo, liderado por Osiel Cárdenas Guillén "El Mataamigos", funciona con un brazo paramilitar de sicarios integrado por desertores del Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales del Ejército mexicano, "Los Zetas", y por ex-comandos de elite del Ejército de Guatemala, "Los Kaibiles"; quienes actúan de manera muy violenta al perpetrar ajustes de cuentas o al hacer respetar sus ámbitos de influencia, frente a las arremetidas de otros cárteles.El Cártel del Golfo tiene sus dominios en Nuevo Laredo, Matamoros, Reynosa y Miguel Alemán en Tamaulipas, así como Morelia en Michoacán. Aunque Osiel Cárdenas está preso desde marzo del 2003, informes de inteligencia afirman que continúa manejando su organización desde el Penal de La Palma (México), con la ayuda de su hermano Ezequiel Cárdenas Guillén.De otro lado, la mafia de Pedro Díaz Parada "El Cacique Oaxaqueño", es a la fecha, la más grande productora y traficante de marihuana en la zona del Istmo de Oaxaca, sin que por ello haya descuidado el contrabando de cocaína. Su territorio criminal abarca siete estados: Chihuahua, Durango, Tamaulipas, Distrito Federal, Veracruz, Oaxaca y Chiapas; teniendo sus pilares más importantes en Santa María Zoquitlán en Oaxaca y Arriaga en Chiapas.El Cártel del Milenio o Cártel del Aguacate, encabezado por Armando Valencia "El Maradona"-actualmente preso- y su primo Luis, a quien se recuerda por ordenar el asesinato de su otro primo, el capo Rodolfo Valencia Contreras; demuestra un gran dinamismo y mucho potencial para dejar de ser una banda menor y robustecer sus dominios en Nuevo León, Tamaulipas, Jalisco, Colima, Michoacán y Distrito Federal, siempre desde su cuartel general ubicado en Guadalajara, capital de Jalisco.A esta lista negra, se añade el Cártel de Chihuahua o Cártel de los Arriola, dirigido por los hermanos Óscar Arriola Márquez (capturado en enero del 2006), Miguel y Luis Arriola Márquez (presos desde el 2004), cuyo epicentro se encuentra en Saucillo, estado de Chihuahua, Coahuila y Nuevo León. Este grupo -que está ligado con el Cártel de Sinaloa y con el de Juárez- es muy proclive a lavar activos mediante gasolineras, distribuidoras de alimentos, constructoras, tiendas de automóviles y procesadoras de ganado en México y EE.UU.
Constituyéndose esta última droga, en la fuente primaria de utilidades para las mafias mexicanas, superando a las ganancias potenciales que obtienen del tráfico de cocaína, heroína y drogas sintéticas, de manera conjunta. En definitiva, unas 5.000 toneladas de marihuana, 300 toneladas de cocaína, 10 toneladas de heroína y 12 de metanfetaminas, son introducidas cada año por los narcotraficantes mexicanos a territorio de EE.UU., siendo los cárteles de Juárez, Tijuana, Sinaloa y del Golfo, los de mayor poderío.Nueva fuerza letalCertificando esta trayectoria dominante, el informe: "Evaluación de la Amenaza Nacional del Narcotráfico", entregado en enero del 2006 al Consejo de Seguridad Nacional de EE.UU. en base a investigaciones de la CIA, Agencia de Inteligencia del Departamento de Defensa, la DEA y el Departamento de Seguridad Interna, entre otras agencias; concluye que "los cárteles mexicanos se han convertido y permanecerán en el futuro previsible como el grupo más poderoso, particularmente en la distribución de cocaína, marihuana y metanfetaminas".
En esa línea y partiendo de sus bases de operaciones en México, los cárteles han robustecido y expandido su accionar en las zonas centro-oeste, en los grandes lagos y el noreste: Los Angeles, San Francisco, San Diego, Las Vegas, Seattle, Nueva York, Chicago, Miami, Tampa, Dallas, Houston, Kansas City, Oklahoma City, Detroit, Atlanta, Birmingham, Little Rock y Honolulu entre otras 100 ciudades.Complicando todavía más el tema, surge el involucramiento entre las mafias mexicanas de las drogas y las reservas indias de EE.UU. en la frontera con Canadá, según se desprende de una pesquisa del diario The New York Times, en el 2006. Resulta que los narcotraficantes y contrabandistas de armas y personas, han abierto un enorme "hoyo negro", a través de las tierras de los indios Mohawk; con lo cual, en el caso de la frontera canadiense, las drogas van al sur, mientras las armas van al norte; y en el caso de la frontera mexicana, las armas y dinero van al sur y las drogas al norte.Logros insuficientes y cifras alarmantesPese a este dramático escenario, la administración Bush asegura en su informe sobre la lucha contra las drogas revelado en febrero del 2006, que su homólogo mexicano ha demostrado una firme decisión política para combatir el narcotráfico y otros delitos transfronterizos graves. Claro que esta afirmación ha sido rebatida por varios organismos independientes y serios, que analizan la evolución del narcotráfico regional y mundial, argumentando que está plagado de inexactitudes y manipulado por consideraciones políticas.Sin embargo, durante el régimen de Fox varios entes dedicados a luchar contra el tráfico de drogas, han mejorado su accionar y capacidad de análisis: como la Agencia Federal de Investigación, y el Centro de Planeación, Análisis e Información para el Combate a la Delincuencia; también el Ejército y la Procuraduría General de la República (PGR), alcanzando logros trascendentes aunque insuficientes.
viernes, 7 de octubre de 2011
Los inexplicables apodos de los narcos en México (Excelsior.com.mx:10/07/2011)
CIUDAD DE MÉXICO, 7 de octubre.- Sobrenombres a ratos incomprensibles inundan los comunicados de autoridades y los medios masivos cuando se trata de informar sobre algún detenido perteneciente a la delincuencia organizada.
Del Chocorrín a La Barbie, pasando por El Pozolero, las razones por las que un delincuente es bautizado con un apodo van de las características físicas a la tarea asignada en el grupo y hasta los gustos, aunque en ocasiones los motes no tienen que ver con nada que los vincule al grupo delictivo al que pertenecen.
Juan Alberto Hernández, investigador de la Universidad Panamericana (UP), afirma que el mote ayuda a identificar a cada participante respecto a sus funciones específicas, además de que cumple con el objetivo primordial de ayudarles a ocultar su identidad.
“En las sociedades básicas la gente tiene sobrenombres para establecer rangos y funciones dentro de un mismo grupo”, lo que se repite entre delincuentes, afirma el especialista.
En el caso de Tony Tormenta, como se le denominaba al ahora desaparecido Ezequiel Cárdenas Guillén dentro del cártel del Golfo, el sobrenombre evocaba a una persona con mucha fuerza, quien además dirigía al grupo, señaló.
Otro ejemplo es el de La Barbie, como se conoce a Édgar Villareal, quien perteneció al cártel de los hermanos Beltrán Leyva, pues aunque de su apodo existen varias leyendas, se dice que ese sobrenombre se le dio porque se parecía al muñeco Ken, el novio de Barbie, pero como era más identificable el nombre de la muñeca optaron por utilizar ese, aunque otras versiones indican que el narcotraficante recibió ese apodo únicamente por ser rubio.
Lo cierto es que en cuestión de los apodos que adoptan los delincuentes nada está escrito.
Nuevos nombres
En tanto, los nombres adoptados por las organizaciones criminales pueden obedecer a identificación de territorio, características estructurales, objetivos y últimamente algunos evocan la intención de causar miedo.
La persecución de la que han sido objeto por parte del gobierno mexicano ha originado rupturas en algunos cárteles de la droga, arrestos y confrontaciones entre ellos mismos, así como nuevos grupos emanados de esas escisiones, pero los nombres de algunas de las más recientes células que han salido de las sombras rompen incluso con el esquema tradicional.
En los últimos diez años ya no sólo escuchamos del cartel de Sinaloa, el de Juárez, el del Golfo o el del Pacífico Sur, también están La Familia Michoacana, Los Caballeros Templarios, Los Zetas o una más llamada La Mano con Ojos, por citar algunas.
Para el investigador de la UP, Juan Abelardo Hernández, los grupos delictivos están dejando de utilizar regionalismos y optan por manejar títulos que describan características específicas de su estructura.
“Estamos pasando de los nombres simples a aquellos que representen alguna finalidad u objetivo claro. Tal es el caso por ejemplo de Los Caballeros Templarios, una organización que en la Edad Media tenía funciones muy específicas como proteger vidas y que hoy es utilizado por la delincuencia organizada”, dijo el experto.
Esta organización salió a la luz pública en marzo pasado en el estado de Michoacán, luego de que se anunciara la presunta disolución de La Familia Michoacana.
Su objetivo: evitar que otros grupos rivales penetraran el territorio michoacano, erigiéndose como protector de la comunidad, lo que antes hacía La Familia.
“Se trata de tener un rostro o una identidad que cumpla con una finalidad, aunque ésta no sea necesariamente lícita”, dijo.
Así, La Familia Michoacana estableció sus objetivos en su nombre y dio un sentido de pertenencia y unidad a sus integrantes.
De la misma forma se puede pensar que agrupaciones como La Mano con Ojos ha recurrido a la literatura para tomar su nombre de un personaje que tenía ojos por todos lados y que todo lo veía como un ser omnipresente, dijo.
Fuente:http: //www.excelsior.com.mx/index.phpm=nota&seccion=nacional&cat=1&id_nota=773306&photo=0