Un país antiperiodistas
Imagen: http://www.clasesdeperiodismo.com/2011/09/25/editora-de-diario-mexicano-fue-decapitada-por-informar-del-narco/
Seguimiento crítico de notas sobre el conflicto armado en México.
nadie debe permanecer en silencio ante la barbarie que hoy priva en México, músicos nacionales y extranjeros que residen en el país efectuaron ayer un concierto en memoria de las más de 50 mil personas que han muerto en el actual sexenio como resultado de
la extrema violenciaque priva en el país.
de que la armonía del arte y la cultura se impongan al horror de la violencia y la barbarie.
Nada tenemos que celebrar este 15 de septiembre, cuando en el país existen más de 50 mil muertos en lo que va del sexenio, dijo la soprano Lourdes López, organizadora de este acto artístico, quien leyó un breve mensaje en el que se destacó el papel de la educación y la cultura como elementos indispensables para la recomposición política y social.
La apatía, la indiferencia, el abandono, el desgano, la dejadez y el desánimo, junto con el miedo, han contribuido a la degradación de todo el conjunto de la sociedad durante los pasado 80 años, llevándolo a extremos como la irracional violencia que hoy padecemos, sostuvo la cantante.
No pertenecemos a ningún sindicato, partido político u organización social. Somos artistas y con esto queremos exigir paz. Se lo exigimos al presidente de la República: nuestro México necesita paz y desarrollo social, y estamos convencidos de que eso puede obtenerse a través de la educación y la cultura, subrayó Lourdes López en entrevista.
Estamos aquí como parte de un clamor general de la sociedad de querer ser productivos y vivir en paz. Queremos tener la oportunidad de ser solidarios con nuestro prójimo y para ello es importante que esta tremenda onda de violencia que sufre nuestro país se acabe de inmediato, sostuvo.
El artista debe contribuir con lo que sabe hacer, y me parece que actos de esta naturaleza son muy importantes, porque hay que crear conciencia en todos. Es una ilusión, una falacia pensar que el gobierno va a solucionar todo.
No podemos seguir siendo un pueblo rehén de esta violencia tan cruenta y excesiva; debemos alzar la voz para expresarnos en contra de tanta crueldad, resaltó el cantante, quien hizo un llamado a la ciudadanía para, cada quien desde su ámbito,
lograr salir adelante de tan grave problemática.
A lo largo de los últimos 10 años, México se transformó de ser un socio
en la lucha antiterrorista de Estados Unidos a nivel internacional, a un país que requiere ser rescatado con algunas de las mismas estrategias y tácticas diseñadas por Washington para combatir el terror
al otro lado del mundo.
El mismo comando, cuya unidad de fuerzas especiales militares Seals aniquiló a Osama Bin Laden y con ello de cierta manera se cerró un capítulo de la historia que empezó con los atentados del 11 de septiembre de 2001, está deseoso ahora de aplicar sus talentos a México, reportó el Washington Post.
En un amplio reportaje sobre el Comando Conjunto de Operaciones Especiales del Pentágono (JSOC), la fuerza militar secreta más poderosa de este país que ha multiplicado su tamaño y operaciones en torno a la guerra contra el terrorismo proclamada por el 11-S, los reporteros Dana Priest y William Arkin informan que México está primero en su lista de deseos
, pero que el gobierno mexicano, limitado por la Constitución, depende de otras agencias federales para asistencia en inteligencia y otras actividades. Sin embargo, JSOC colabora en asuntos antiterroristas con la agencia de Inmigración y Aduanas (ICE) y otras en aspectos relacionados con el tema.
De hecho, revelaciones en meses recientes señalan que las tácticas y enfoque de la guerra antiterrorista estadunidense ya se emplean en México.Los militares (de EU) intentan aplicar en México lo mismo que hicieron en Afganistán
, declaró un oficial estadunidense al New York Timesrecientemente, al describir el trabajo de algunos en el Comando Norte.
El Times reportó el mes pasado que el Pentágono está empleando lecciones aprendidas en una década de combate contrainsurgente en Afganistán e Irak en la lucha antinarcóticos. En el Comando Norte (cuya área de responsabilidad comprende Estados Unidos, Canadá y México) varios altos oficiales con años de experiencia en la lucha contra Al Qaeda y grupos afiliados examinan inteligencia sobre las redes de droga mexicanas
, informó el rotativo.
El centro de fusión de inteligencia en una base militar en el norte de México, integrado por personal de la DEA, la CIA y civiles del Comando Norte del Pentágono (entre ellos militares retirados) está modelado sobre los centros de inteligencia empleados en Afganistán e Irak. Las naves aéreas no tripuladas a control remoto, los llamados drones, que han sido la tecnología bélica más moderna y más utilizada en Afganistán, Pakistán y Yemen, las emplean ahora (aunque no artillados, se asegura) las agencias estadunidenses en México. Algunas de las técnicas de operaciones clandestinas, y todo tipo de instrucción contrainsurgente, afinadas en los campos de guerra de Irak y Afganistán, actualmente forman parte de la capacitación estadunidense de fuerzas de seguridad pública mexicanas.
Algunos análisis militares estadunidenses en el pasado reciente han comparado algunos aspectos de la situación en México con la de Pakistán e incluso con Afganistán. Aunque el Departamento de Estado y otros descartan estas comparaciones, no ayuda su argumento cuando nombran al segundo en rango de la embajada estadunidense en Afganistán, E. Anthony Wayne, como próximo embajador de Estados Unidos en México.
El gobierno de Vicente Fox expresó su solidaridad con Estados Unidos poco después de los atentados, aunque hubo controversia sobre si se demoró en hacerlo formalmente, y casi de inmediato se empezó a implementar todo tipo de cooperación con Washington en torno a la seguridad
; de hecho, horas después de los atentados, México selló sus fronteras. Desde entonces México también empezó una mayor coordinación sobre monitoreo de extranjeros –sobre todo musulmanes– y vigilancia de puertos de entrada, fronteras y tránsito aéreo con sus contrapartes en Washington.
En los siguientes meses, México procedió de manera cautelosa en el ámbito diplomático. Subrayó su cooperación con la comunidad internacional
, y no directamente con Washington, para enfrentar el terrorismo.
Después, México evitó sumarse a cualquier coalición
de países que proclamaban la guerra contra el terrorismo, lo que provocó irritación en Washington.
De hecho, el gobierno mexicano fue víctima de constante presión y hasta de espionaje en la misión de México ante la Organización de Naciones Unidas por Estados Unidos, el cual buscaba promover el endoso de la comunidad internacional
para su guerra contra Irak.
El voto no se realizó, aunque México indicaba que rechazaría el uso de fuerza contra Irak. Estados Unidos lanzó su guerra de manera unilateral. Pero meses más tarde, ya ante los hechos, México sí endosó en la ONU la legitimidad de la autoridad estadunidense en el país invadido.
En el ámbito bilateral, México prometió a políticos estadunidenses que se dedicaría a asegurar
la frontera con Estados Unidos ante una creciente presión desde Washington que transformó el tema fronterizo y de la migración en asunto de seguridad nacional
. Así, a partir del 11-S, la relación bilateral se transformó; antes, las prioridades eran el comercio y la migración tras los ataques, la seguridad se volvió el eje central.
Así, en las siguientes reuniones entre los entonces presidentes Vicente Fox y George W. Bush, todo giraba en torno al tema de seguridad, y elaboraron acuerdos que incluso convirtieron la tan elogiada zona de libre comercio del TLC, en una zona de seguridad de América del Norte que sería bautizada bajo el nombre de Asociación de Seguridad y Prosperidad de América del Norte (ASPAN) en 2005.
Sin embargo, el gobierno de Bush, bajo la repetida justificación de seguridad, decidió militarizar su frontera sur e instaló más equipo electrónico, construyó un muro fronterizo y desplegó más agentes de seguridad incluida la Guardia Nacional, algo que continúa en la presidencia de Barack Obama.
Con la declaración de la guerra del presidente Felipe Calderón contra el narcotráfico y la detonación de la ola de violencia extrema en el país vecino, la relación dio otro giro. México pasó de pronto de ser socio
en la lucha antiterrorista, a víctima
de la violenciaterrorista
del narcotráfico.
Bajo el rubro de la Iniciativa Mérida, esta óptica se hizo extensiva a Centroamérica. La relación con Estados Unidos hoy gira cada vez más en torno a las definiciones de la visión estratégica estadunidense que se aplica a la gran mayoría de países del mundo, y donde casi todo es percibido como una posibleamenaza
a la seguridad estadunidense.
La violencia y las drogas en México, hasta los migrantes, se perciben como graves amenazas
potenciales a la seguridad nacional estadunidense por Washington. Las consecuencias del 11-S, como lo aprendido
en la respuesta bélica estadunidense, definen ahora la relación bilateral.
Nuevos agentes de la CIA (Agencia Central de Inteligancia de Estados Unidos), civiles del Pentágono, militares retirados y agentes de la DEA (agencia antidrogas) se están desplegando en México, al ampliar Washington su papel directo en la guerra antinarcóticos en el país vecino.
De hecho hasta está considerando emplear contratistas de seguridad privados, con iniciativas diseñadas para evadir leyes mexicanas que limitan la presencia de fuerzas de seguridad extranjeras en el país, reportó el periódico The New York Times.
En las semanas recientes un pequeño número de agentes de la CIA y civiles del Departamento de Defensa de Estados Unidos comenzaron a trabajar en una base militar en el norte de México, donde por primera vez oficiales de seguridad de ambos países trabajan conjuntamente en recaudar información y planear operaciones.
Por otro lado, también se contempla insertar un equipo estadunidense de contratistas privados dentro de una unidad policiaca antinarcóticos mexicana, informó el rotativo.
Funcionarios de ambos países indicaron al NYT que estas nuevas iniciativas han sido elaboradas de tal manera que evadirán las restricciones de las leyes mexicanas que prohíben a militares y policías extranjeros operar en territorio nacional.
En la base militar mexicana, un equipo integrado por menos de 24 agentes de la DEA y la CIA, junto con militares retirados del Comando Norte del Pentágono, instala un centro de inteligencia basado en el modelo de loscentros de fusión
que Estados Unidos opera en Afganistán e Irak para vigilar a grupos insurgentes.
La iniciativa se desarrolló después de que se intensificó la violencia en Monterrey, Nuevo León, y de que el gobierno del presidente Felipe Calderón solicitó a sus contrapartes estadunidenses mayor acceso a tecnología sofisticada de vigilancia y a expertos. Después de meses de negociaciones, Estados Unidos estableció en las semanas recientes el centro de inteligencia en la base militar mexicana, cuya ubicación no fue revelada por el NYT, a solicitud de las autoridades estadunidenses.
El reportaje del diario, firmado por Ginger Thompson y publicado en la primera plana de su edición dominical, afirma que, con esta iniciativa,Washington cambia su papel tradicional de compartir información a estar más directamente involucrado en recaudarla
.
Los oficiales estadunidenses enfatizaron que jugarán un papel exclusivamente de apoyo a las autoridades mexicanas. Un oficial militar estadunidense declaró al rotativo que “los mexicanos están a cargo. Es su show. Sólo somos de apoyo técnico”.
Por otro lado, ex oficiales de la DEA informaron al NYT que ambos países evalúan una propuesta para insertar a un grupo de contratistas de seguridad privados –conformado, entre otros, por ex agentes de la DEA y ex integrantes de grupos especiales de las fuerzas armadas estadunidenses– en una unidad de policía antinarcóticos mexicana especializada, la misma que llevó a cabo el operativo en coordinación con la DEA para detener al capo José Antonio Hernández Acosta la semana pasada.
Aunque el periódico informa que esta medida aún no se ha aprobado, indicó que la labor del grupo estadunidense sería tener una especie de academia de capacitación dentro de la misma unidad, para ayudar a guiar operaciones a fin de que concluyan en procesos judiciales exitosos. De hecho, fiscales mexicanos también trabajarían con la unidad, según las fuentes estadunidenses.
Entre Afganistán y Colombia
Varios analistas de seguridad de ambos países comparan los desafíos de ayudar a México a reconstruir sus fuerzas de seguridad y sus instituciones civiles con retos parecidos a los de Afganistán, reporta Thompson, en los que Washington lucha junto a un socio al que necesita, pero en el que no confía del todo
. Recuerda que el nuevo embajador estadunidense en México llega desde un puesto diplomático en Kabul.
Pero, agrega, funcionarios del gobierno de Barack Obama descartan esa comparación con Afganistán y prefieren comparar la situación en México con la de Colombia hace unos 15 años. Estos funcionarios dicen que una de las lecciones que han aprendido es que en toda lucha contra el crimen organizado las cosas tienden a empeorar antes de mejorar.
El NYT indica que, a través de la Iniciativa Mérida, Estados Unidos ha otorgado capacitación a casi 4 mil 500 nuevos agentes de Policía Federal; ha ayudado a realizar intervenciones de telecomunicaciones, en el manejo de informantes y en el interrogatorio de sospechosos, como también en la entrega de helicópteros Blackawk. Además, en meses recientes ha realizado sobrevuelos de territorio mexicano con naves no tripuladas manejadas a control remoto (los llamados drones) para detectar narcotraficantes.
http://www.jornada.unam.mx/2011/08/08/politica/002n1polEl antropólogo estadunidense David H. Price se ha distinguido entre sus colegas por oponerse al uso de la antropología por parte del gobierno de Estados Unidos como una herramienta más de sus guerras contrainsurgentes y ocupaciones neocoloniales en el ámbito mundial; por defender un código de ética que establece responsabilidades y lealtades de los antropólogos con respecto a las poblaciones bajo estudio, las cuales tienen que ser protegidas de cualquier daño en su integridad y sus intereses; y por denunciar el uso mercenario de la disciplina.
Recientemente, Price publicó un libro de lectura indispensable, Weaponizing anthropology, social science in service of the militarized state, Counter Punch-AK Publications, 2011, en el que expone sus críticas fundadas a la nueva generación de programas contrainsurgentes, como los equipos de científicos sociales (Human Terrain Systems), que forman parte de las unidades de combate de las tropas de ocupación en Irak y Afganistán, así como los programas universitarios (Minerva Consortium, Pat Roberts Intelligence Scholars Program, Intelligence Community Centers of Academic Excellence) que facilitan con renovado vigor las incursiones de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) y el Pentágono –entre otros organismos– en los campus de las instituciones de educación superior estadunidenses, convierten a las ciencias sociales en un apéndice del estado de seguridad nacional en el que se ha transformado el poder hegemónico del sistema imperialista mundial y trasmutan a las universidades en obsecuentes extensiones de su estructura militar.
La Sombra militar de la antropología
es el título de la introducción, en la que Price destaca que la guerra contra el terrorismo
de George Bush redescubre los viejos usos del conocimiento antropológico por los militares, adaptándolo a las necesidades de las guerras asimétricas y contrainsurgentes de última generación y a la ocupación de regiones identificadas por la presencia significativa de grupos étnicos o tribales
.
En la primera sección, Política, ética y el regreso triunfal y en silencio del complejo militar y de inteligencia a los campus
, se hace un recorrido histórico del involucramiento de la antropología con las empresas coloniales, la conquista y el genocidio, entendiendo que no existe la neutralidad política en la disciplina. La historia de los inicios de la antropología establece los vínculos de las tradiciones antropológicas estadunidenses, británicas, francesas, holandesas y alemanas con la expansión colonial en África, Asia, Indonesia y sobre los territorios de los pueblos indígenas de América. Se describen los problemas éticos y políticos de los antropólogos y de otros científicos sociales relacionados con los militares y las agencias de inteligencia y de cómo se ha innovado en cuanto a los programas universitarios establecidos en beneficio del aparato militar-industrial y de inteligencia del Estado.
En la segunda parte, Manuales: deconstruyendo los textos de guerra cultural
, se examinan críticamente los documentos militares filtrados o ya publicados, con el objetivo de entender cómo las nuevas iniciativas castrenses y de inteligencia buscan poner bajo control a la ciencia social para sus propios fines en las actuales y futuras misiones bélicas. Estos manuales militares conciben la cultura como una mercancía identificable y controlable que puede ser usada por estrategas militares y organismos de inteligencia como una palanca
para intervenir y manipular a su favor poblaciones enemigas, ocupadas o resistentes. Price comenta acerca de la ausencia en estos manuales de cualquier tipo de comprensión sobre las complejidades de la cultura que están presentes en los escritos de los antropólogos, las cuales son ignoradas, dejando en su lugar simplificadas narrativas que refuerzan estereotipos sobre vastas regiones de la diversidad. Las formas más reduccionistas de la antropología son asumidas por las concepciones castrenses en torno a la cultura. El libro ofrece comprobación detallada sobre la falta de escrúpulos intelectuales y de ética profesional de los antropólogos que participaron en la elaboración del último manual de contrainsurgencia (Counterinsurgency field manual No. 3-24), editado por la Universidad de Chicago, quienes plagian libremente los conceptos de reconocidos autores, sin las referencias bibliográficas debidas y sacándolos de contexto, en lo que Price califica como pillaje académico
.
Finalmente, en la última sección,Teorías de contrainsurgencia, fantasías y crudas realidades
, el autor considera una variedad de usos contemporáneos de la teoría de la ciencias sociales y la información con la que cuentan en apoyo a las operaciones de contrainsurgencia en la llamada guerra contra el terrorismo
, incluido el entrenamiento y las políticas de los equipos de antropólogos y científicos sociales que actualmente trabajan en Irak y Afganistán.
La contrainsurgencia culturalmente informada –acorde con Price– presenta tres tipos de problemas para la antropología: éticos, políticos y teóricos. El problema ético está relacionado con la manipulación y el daño probable a poblaciones investigadas que debieran consentir voluntariamente ser estudiadas; el político consiste en usar a la ciencia antropológica para apoyar proyectos neocoloniales de conquista, ocupación y dominación; mientras el teórico se expresa en descansar en un simplificado reduccionismo acerca de la cultura destinado a explotar algunas características locales no sólo para supuestamente reducir el conflicto, sino en realidad para derrotar a los insurgentes.
Dos preguntas desde América Latina: ¿qué alcance tiene este tipo de prácticas en nuestros países? ¿Qué hacemos los antropólogos y nuestros colegios profesionales para contrarrestar o al menos denunciar estas estrategias de la antropología contrainsurgente de Estados Unidos?